CÍRCULO LITERARIO ALIWEN
ESCRITORES MAULINOS

Shigual

SHIGUAL 

JAIME GATICA JORQUERA

CIRCULO LITERARIO ALIWEN
DIARIO EL HERALDO

La espontaneidad está de moda, nada que hacer al respecto, no se puede competir con estos modelos adolescentes del glamour criollo, todos despeinados y rindiendo un culto sagrado al mal gusto, al exitismo fácil, a la “buena onda”, al “shigual poh”.
Cuando se trata de mostrar talentos, parece que cada ciudadano lleva un artista dentro, que arremete al menor estímulo, a la menor señal de luces y de cámaras. Qué manera de haber cantantes, actores, conductores, animadores en nuestro artístico país, que no por nada tiene forma de micrófono, aunque algunos digan que tiene forma de barquillo. Todos en busca de un sueño fácil, todos con unas ansias increíbles, irresistibles, de desnudar su alma frente a las cámaras, de hacer públicos sus sentimientos, de mostrar sus entrañas sufrientes, de derramas las efectivas y purificadoras lágrimas a la menor provocación, de mostrar que se es una personal real, que se sufre, que se supera, que se nació para poseer a la veleidosa y efímera fama.
Estamos bajo la tiranía de la juventud, todo está hecho a la medida de los jóvenes, en un país donde se es viejo a los treinta años y se jubila para mal morir a los sesenta y cinco, y donde los pantalones se deben usar a la cadera: a mayor juventud, más piel para mostrar. Una sociedad hedonista, que glorifica el sentido de la vista, el goce sensual y donde la brújula de la cultura perdió el rumbo hace mucho tiempo... se masificó para vulgarizarse –en el buen sentido de la palabra: popularizarse-, para vestirse de payaso con zancos, de estatua inmóvil, de “reality culture”. Para poder llegar a todos los rincones, se hizo ilegible en los grafittis con que nuestros jóvenes aportan con su granito de arena a la cultura urbana, donde los muros, los monumentos, los retretes, las vitrinas, las casa públicas y privadas son mudos testigos de la libre expresión callejera. Nada de embellecimiento ornamental, nada de plazas públicas familiares, nada de esperar el turno, nada de tolerancia... la vida es breve y hay que escalar rápido, hay que actuar rápido... frente a una discusión entre jóvenes estudiantes que no llegan a acuerdo, qué mejor que acabar rápidamente con la molestia con un corte de navaja certero al corazón. Un joven se auto-secuestra para exigirle a sus padres diez millones de pesos por su rescate, sin medir consecuencias, sin importar un bledo los sentimientos paternales o filiales... Todo debe ser rápido, desechable, por eso la televisión calza a la perfección en este esquema: ídolo hoy, desconocido mañana. Para una audiencia ávida de un falso protagonismo telefónico que los conecta con el éter televisivo...
En las manos de la juventud la televisión se ha vuelto vacía y carente de contenido, su único fin es la de una diversión enfermiza, que repite invariablemente la fórmula en cada uno de los canales de señal abierta: jóvenes y más jóvenes que cantan, se menean y chismean, en bacanales orgías de egocentrismo. Surgidos de la nada y elevados a la categoría de héroes, de ídolos, de la noche a la mañana, con cortes de adoradores telefónicos, siempre listos a aplaudir cada una de sus adorables virtudes escénicas, cada intervención, cada aporte invaluable a la farándula criolla...
Hemos adoptado lo fácil como parte de nuestra diversión diaria, nos están volviendo unos fisgones, que gozan con la intimidad ajena; esa intimidad que llaman realidad. Nuestra magra vida se está tomando el color de un reality show, nuestros protagonistas son personas de carne y huesos, como yo, que soy más carne que huesos, o como usted, simple mortal sin opinión, para seres que manejamos un vocabulario básico, “shigual”, “onda que”, “yo cacho que”. Para quienes el corazón y su amplio repertorio de es lo único importante, el glamour, la sintonía de la audiencia... No nos podemos sustraer a esta plaga: la espontaneidad está de moda.
Y en este destape televisivo, que para variar viene importado desde afuera, nos impone una impronta elemental: “El éxito, la fama, el dinero, están a la vuelta de la esquina, y sin más esfuerzos que los dotes naturales que nuestro buen Dios nos ha dado a cada uno” . En esta vorágine televisiva, donde lo joven es lo real y lo deseable, no caben menciones de sensatez sobre el trabajo paciente y la férrea disciplina... Pero si bien esto se critica y se aplaude, no es menos cierto que la vida es muy breve y se hace necesario saltarse algunas molestas etapas, como la preparación profesional. Parece que primero debemos ser conocidos y después planificamos nuestro futuro, lo cual no deja por insensato de ser interesante y entretenido, pues para la gran mayoría nuestra hermosa y adorable juventud se nos fue entre libros y agotadoras jornadas de estudio, no disfrutamos a cabalidad de ella por estar preocupados de nuestro futuro y jamás la televisión se nos acercó a preguntarnos si queríamos ser famosos...

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