Empanadas para todos
EMPANADAS PARA TODOSJaime Gatica Jorquera
Circulo Literario Aliwen
Diario "El Heraldo" Linares
Desde muy pequeño fui aficionado a toda clase de películas, la televisión era entonces en blanco y en negro y eran pocas las familiar que tenía el artefacto... Eran otros tiempos, ciertamente; nos reuníamos en grupo para ver los programas de televisión en el único canal de señal abierta que llegaba a la ciudad. Las películas, por su parte, tenían un corte más romántico y los héroes eran más sublimes y más alejados de la cotidianeidad, salían siempre ilesos de cada riña y golpeaban a cuanto mono se les pusiera por delante, además eran muy caballeros y pecaban de ingenuidad, porque resultaban ser más buenos y más sufridos que los mismos santos. Eso, sin contar las teleseries, que veían nuestras madres, esas de corte tropical, venezolanas o mejicanas, en donde el personaje protagónico que no lloraba no era digno de ser visto. Nuestras madres sí que sabían picar la cebolla, la lagrimeaban toda, seguramente sintiéndose co-protagonistas y compartiendo las dichas y desdichas de una heroína con la cual se identificaban. O a la cual querían ver feliz de una vez por todas, porque ningún cristiano puede soportar tanto sufrimiento y tantas injusticias...
Las frases pronunciadas por los protagonistas me resultaban altisonantes y muy efectivas, tanto así que basaba mi filosofía de vida en el argumento de que siempre había un final feliz para cualquier acción desgraciada... Siempre esperé tener la oportunidad de poder estrenar alguna de estas frases célebres en una situación cotidiana: “nunca obtendrán una sola palabra de mis labios”, “cállate maldito gusano”, “en este pueblo yo soy la ley”, ”un trago para todos”...
Cuando ya había perdido las esperanzas de poder usar seriamente algunas de estas formidables frases y, en cierta ocasión, en la cual ya era un adulto y a razón de una nostálgica noche de juerga con unos viejos y ya extraviados amigos, siendo 18 de septiembre y en un bar de mala muerte, el azar puso fin a mi silencio de tantos años. Eran ya altas horas de la madrugada, cuando en la barra del bar quedábamos los bebedores más tenaces y trasnochados y cuando ya el fervor patrio iba francamente en decadencia. Para nuestra sorpresa uno de nuestro compañeros de parranda se paró muy dignamente y con una voz estertórea alzó su copa y sin mediar provocación ni discurso introductorio nos enrostró un fermentado ¡Viva Chile conch...! a lo que los sorprendidos parroquianos contestamos ¡Viva!. Fue entonces cuando mi mirada se detuvo en la vitrina que exhibía un par de jugosas empanadas, y supe que el momento había llegado, todas mis horas de infancia se pasaron por mi memoria como las últimas horas de un ser que agoniza, supe que el silencio que había guardado por tantos años llegaba en este momento a su fin... levante mi copa y con toda mi alma grite ¡Empanadas para todos! (complemento ideal de un viva Chile) Tal y como lo había soñado, tal y como lo había visto pronunciar a mis héroes de las desteñidas películas de infancia, parecía que el círculo de mis reprimidos deseos llegaba a su fin... Pero entonces el dependiente del bar me miró con irónica sonrisa y me dijo: “Sólo quedan dos”... Había desperdiciado mi más célebre frase, por la que sería recordado a perpetuidad, por un incidente menor, que ni siquiera se le hubiese ocurrido a un guionista de los tres chiflados…
Era otra la televisión y otros los héroes, se postulaba una vida más tranquila, menos real y menos sangrienta, pero por otra parte más artificial y con alguna dosis de conformismo, que nos comunicaba que los malvados siempre recibían su castigo y que los buenos siempre triunfaban... Entonces sabíamos quienes eran los malos y quienes eran los buenos, ahora es difícil distinguir a unos de otros, en todas las esferas...